Los científicos han trasplantado células nerviosas humanas a ratas, lo que ha provocado el crecimiento de grupos que producen sustancias químicas humanas. Se trata de un paso clave para averiguar cómo enviar células humanas a otros animales. Los científicos esperan que esto nos ayude a entender enfermedades como el Alzheimer, pero también abre cuestiones éticas sobre lo que nos hace humanos.
Científicos trasplantan células nerviosas humanas a ratas.
- Cómo se hizo: Los científicos tomaron células de la piel y la sangre de seres humanos y modificaron los genes para que pudieran aceptar células nerviosas humanas. A continuación, inyectaron las células modificadas en el cerebro de ratas, donde sobrevivieron durante varios meses. Las ratas tuvieron que ser modificadas genéticamente para aceptar las células nerviosas humanas; de lo contrario, su sistema inmunitario las habría atacado como material extraño. Para evitar que el organismo de las ratas rechazara estas nuevas células, los científicos les administraron un fármaco llamado rapamicina antes de trasplantar las células a sus cerebros.
- Lo que ocurrió después: Las células nerviosas trasplantadas permitieron a las ratas reconocer objetos tras quedar ciegas durante dos semanas.
Los cúmulos cerebrales conectados a las neuronas de las ratas.
Considere lo siguiente: Se trasplantaron grupos de células humanas al cerebro de ratas. Estos grupos produjeron sustancias químicas humanas, como la serotonina y la dopamina, y se conectaron a las neuronas de las ratas, que luego enviaron señales al resto del cerebro de las ratas.
¿Qué significa todo esto? En este momento no está claro si estos grupos podrían tener alguna aplicación para las personas con la enfermedad de Parkinson u otros trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Sin embargo, si logramos descubrirlo y hacer que funcione, podría ser una nueva y prometedora forma de tratar estas afecciones sin tener que utilizar fármacos que tienen efectos secundarios como el aumento de peso o la somnolencia.
Los racimos produjeron sustancias químicas humanas.
Las células producían neurotransmisores y proteínas humanas. También producían enzimas, hormonas, factores de crecimiento y citoquinas que podrían utilizarse para tratar diversas enfermedades, como el cáncer y la diabetes.
No está claro si los cúmulos funcionaban.
No está claro si los racimos funcionaron. El estudio descubrió que las agrupaciones tenían algunos de los mismos marcadores que los cerebros humanos, pero como no estaban conectadas a nada en el cuerpo de la rata, es difícil decir cuán realista era su fisiología.
El cerebro de la rata no es un buen modelo para los cerebros humanos. Se ha investigado mucho sobre los trastornos psiquiátricos con ratas y ratones, pero estos animales no tienen nuestra compleja vida social ni nuestras emociones, lo que nos hace únicos a los humanos.
El cerebro de la rata tampoco es un buen modelo para las mentes de otras especies animales. Resulta que los distintos animales tienen tipos de inteligencia muy diferentes y los científicos apenas están empezando a comprender cómo funcionan juntos dentro de la mente de cada especie (e incluso entonces…).
Ahora se están examinando las quimeras humano-mono.
En el pasado, las quimeras entre humanos y simios se hacían mezclando células del hígado o el riñón de un simio con las de un humano. A continuación, los tejidos híbridos se introducen en embriones animales, que se convierten en ratones.
En este estudio, los investigadores crearon una mezcla similar combinando líneas de células madre embrionarias de humanos y titíes (un pequeño mono del Nuevo Mundo). Cultivaron estas células madre pluripotentes en el laboratorio hasta que tuvieron suficientes para inyectarlas en embriones de ratón que habían sido modificados genéticamente para producir una proteína necesaria para el desarrollo normal del cerebro.
Este es un paso clave para averiguar cómo enviar células humanas a otros animales.
¿Qué demuestra el estudio? Está claro que las neuronas humanas pueden crecer en el cerebro de las ratas y formar grupos que se asemejan a redes funcionales. Sin embargo, aún no se sabe si estas agrupaciones son realmente funcionales: ¿pueden controlar los movimientos y acciones de las ratas? Los autores también señalan que este es un paso clave para averiguar cómo enviar células humanas a otros animales, pero aún estamos muy lejos de enviar cerebros de personas a otros cuerpos (o viceversa).
Pero no nos adelantemos. Se trata de un descubrimiento apasionante porque nos ayuda a entender cómo interactúan los humanos con las máquinas y cómo hacer que esas interacciones sean más fluidas. Además, podría utilizarse para la investigación científica de enfermedades como el Parkinson, que afecta a las células nerviosas del cerebro.
Los próximos pasos incluyen el estudio de monos quiméricos y, finalmente, de seres humanos.
Conclusión
Se trata de un gran paso adelante para averiguar cómo enviar células humanas a otros animales. Será muy interesante ver hasta dónde llega esta investigación, pero todavía hay muchas cuestiones éticas que deben abordarse antes de que algo así pueda utilizarse en humanos u otros primates.